lunes, 27 de junio de 2011

ASESINO EN SERIE


Desperté, no sé cuántas horas llevo dormida. No sé dónde me encuentro, estoy aturdida, sin fuerza, estoy en esta silla helada, mis manos atadas al respaldo, este trapo sucio metido en mi boca, imposibilitando un grito y dificultando la respiración, mi vestido tiene pequeñas manchas rojas, me siento muy débil hasta para tener miedo. El último recuerdo que llega a mi mente es en el estacionamiento del supermercado, guardando los abarrotes en la cajuela. El estacionamiento completamente solo, algo raro para ser las 9:00 p.m., ese sujeto alto y delgado, apoyándose en un bastón para facilitar el siguiente paso, acercándose a mí, quizá en busca de ayuda, quizá para preguntarme la hora o la ubicación del sanitario, un tipo presumiblemente inofensivo, me sonríe, una mirada profunda, los ojos pelados, las pupilas entre viéndome fijamente y perdidas en el vacío, una mirada tan fuerte, tan inolvidable, tan maniática… La mirada me hipnotiza, me pierdo en ella, el sudor frio, el pánico, el ansia, la desesperación, mi último recuerdo, después de esa mirada enajenante perdí la consciencia, y aquí estoy en este cuarto cerrado, asfixiándome en este espeso olor a cadáver. El tocador de enfrente tiene seis cráneos alineados, no puedo saber desde este punto, si se tratan de cráneos reales o son meras esculturas plásticas, oigo en la otra habitación alguien tocando una guitarra acústica, se oye algo desafinada, su voz es agradable, pacífica, se puede decir que es relajante. Una linda balada beatlesca. 

La vi, estaba en el supermercado haciendo compras rutinarias, una mujer escultural, alta y delgada, de esas bellezas que se ven en películas estadounidenses, rubia lacia, ojos azules,  un vestido que dejaba ver unas piernas hermosas, firmes, fuertes, piel lisa y suave, un lunar debajo de la rodilla derecha que me entusiasmo. La seguí sin levantar sospecha por todo el supermercado: su carrito se llenaba de productos femeninos: toallas sanitarias, cremas para la piel, productos capilares caros, alimentos light y exceso de vegetales, nada de carnes rojas ni cervezas, era obvio que era una mujer solitaria al igual que yo. Al llegar a las cajas me cercioré de formarme tras ella, el olor de su cabello me aisló de mí por completo: un exquisito olor a shampoó de durazno, shampoó color naranja, ella tomó una revista de moda mientras esperaba en la fila. La imité, tomé cualquier revista y fingí hojearla, mientras mis ojos se desvivían en esa mujer tan hermosa. En un momento nuestras miradas se cruzaron, me sonrió, le devolví la sonrisa. Compartíamos la telepatía, me dijo sin hablar que me amaba, que necesitaba estar conmigo, que quería ser parte de mi vida, que quería ser parte de mí, quería mutar conmigo, mutar en mí. Esa mirada, y su voz dentro de mi cabeza, no había más, esa mujer sería mía, ella accedió, se me entregó. La seguí al estacionamiento, mientras ella guardaba sus compras en el portaequipaje, la golpeé en la cabeza con mi bastón falso, la cargué, la subí a mi Volkswagen gris, la sujeté fuertemente con el cinturón de seguridad y tomé el camino más rápido a casa. 

No sé cuánto tiempo ha pasado desde que desperté, la balada beatlesca suena repetidamente en el cuarto de al lado, parece que alguien la está ensayando una y otra vez hasta perfeccionarla. Un reloj de pared anuncia las 3:37 a.m., tengo mucho miedo no sé qué va a pasarme, ¿Me matará? ¿Alguien pagará mi rescate? ¡Dios mío, por favor ayúdame!  Nunca he tenido tanto miedo en toda mi vida. No puedo resistir más las ganas de hacer pis, aflojo mi vejiga, no puedo soportar más, mis bragas y la silla se empapan al igual que mis muslos, descansé. Pocos minutos después entra al cuarto el maniático, el de la mirada esquizoide del estacionamiento. Se para en frente de mí, con su guitarra acústica colgando, me dice: “hola mi amor, te traigo serenata, ya sabes, me conoces, me gusta el romance de la vieja escuela” cuando se dispone a tocar la primera nota se percata de mi accidente, sin decir ni una palabra, se lanza al suelo, hincado sobre el charco comienza a lengüetear,  bebe la orina del piso, su lengua sube por mi pierna, absorbiendo toda la pis que se resbala aun fresca por mí, me quita las bragas y se las mete a la boca, absorbiendo y tragando toda la orina. Un asco potente me posee, intento vomitar, pero con la mordaza obstruyendo mi boca, tengo que tragarme el vómito, un poco sale por mi nariz, el maniático al ver eso se apresura y lo lame, mete toda mi nariz a su boca, su aliento es nauseabundo. Al terminar de tragar mis fluidos, se cuelga otra vez la guitarra, yo lloro, introduce su canción señalándome que se trata de una pieza de Charles Manson titulada Look At Your Game, Girl. A decir verdad la canción me tranquiliza, sigo con el llanto, pero me tranquiliza un poco, cierro los ojos y me dejo llevar por la hermosa melodía tratando de no pensar en mi situación actual, a decir verdad el psicópata tiene una voz hermosa, una bellísima canción, lo admito. Cuando acaba la interpretación, se acerca a mí y me abofetea con tal fuerza que me derrumba con todo y silla, lloro desesperada, sé que seré violada o asesinada, él no busca dinero con el secuestro, sin duda se trata de un mero crimen pasional. Cuando estoy en el suelo, él se desabrocha el pantalón, saca su miembro y lo agita rápidamente en frente de mí, una masturbación violenta, cargada de gritos y gemidos macabros, me grita constantemente: “Te amo, el ciclo se cierra, yo te acepto como mi legitima esposa, para amarte por siempre y para siempre, para honrarte y hacerte parte de mi ser” mientras dice esto y se masturba velozmente, con la diestra sujeta un cráneo que toma del tocador; Monologa a la Hamlet, se corre sobre mi cara, acto seguido, me limpia el semen tragándoselo.

 Pasé mi noche de bodas preparando todo para la disolución de los seres;  pero mi ex esposa, seguía haciéndome la vida imposible, llegó inesperadamente a la casa, traté de persuadirla, le dije que entre nosotros todo había acabado, que recién me había casado, que me dejara en paz, al fin había encontrado el verdadero amor, con esta rubia hermosa y no iba a permitir que mi ex, lo arruinara, pero no pude evitarlo, fue más fuerte que yo, encontró a mi güerita, donde había pasado la noche, y en un arrebato de celos, le propinó una mortal paliza, yo yacía inconsciente cuando esto ocurrió, no pude hacer nada para protegerla, cuando volví en mí, la casa se encontraba hecha un desastre, varios muebles rotos, basura y ropa deshilachada por todos lados. Mi ex mujer se había ido, cuando fui a ver a mi güerita, se encontraba golpeadísima, cubierta de hematomas, desnuda, aún amarrada a la silla. Al verme se asustó, cómo si no me reconociera, curé sus heridas con fomentos y pomadas. Le canté para relajarla y le hice el amor dulcemente.  

Éste es el peor día de mi vida, después de medio dormir unas pocas horas, despierto, muy aturdida y asustada por los sucesos de ayer. El reloj marca las 9:23 a.m. El loco entra, lleva una falda y una blusa, tiene una máscara, un rostro de una mujer, muy real, sin duda se trata de una máscara hecha de auténtica piel humana, ese será mi destino, comienza a insultarme violentamente, arguyendo que deje en paz a su hombre, me grita: “prostituta, mal parida, hija de perra, etc. “ los gritos son acompañados de golpes, me da puñetazos por toda la cara, en el cuerpo, desgarra mi vestido y me deja desnuda, toma la guitarra y me viola analmente con la paleta del instrumento, siento la cálida sangre brotando, por primera vez en vida deseo con todo el corazón estar muerta, es horrible, estoy imposibilitada incluso para morir, tengo que soportar este espantoso dolor, siento el coxis descuartizado, ¿Dónde estás Dios mío? ¿Dónde?  Varios minutos de profundo dolor, miedo  e impotencia me carcomen. Por fin, él sale del cuarto, descanso adolorida, moribunda. Pero no dura mucho, él regresa, vestido normalmente, sin la máscara de mujer, cura las heridas que acaba de infringirme, muero de miedo, el muy cínico me habla con amor, me canta la misma canción, me acaricia con ternura la cara, el cabello, me besa todo el cuerpo, imposible liberarme, por más que luche y luche, simplemente es inevitable, me viola, estoy débil para seguir resistiéndome, me viola sin que yo pueda seguir forcejeando, me viola con besos, me viola con caricias, me viola con palabras tiernas. Si tan sólo tuviera fuerza, si tuviera un poquito de fuerza, mataría al desgraciado sin pensarlo dos veces. 

Le llevé el almuerzo a mi mujer, parecía hambrienta, le preparé un exquisito plato de ensalada fresca, recordando que en su carrito de compras no figuraba carne, seguro vegetariana. La alimenté como a una bebita indefensa, dándole cada bocado yo mismo. Gritaba mucho, tuve que obligarla a que se callara de la misma forma que mi padre lo hacía con mamá, la golpeé y amenacé de muerte sosteniendo un cuchillito de sierra en su garganta, obedeció y prosiguió a comer en silencio, mi nena tenía muy buenos modales, siempre obedecía a su hombre, está sí que es una buena mujer. Verla comer me abrió el apetito, y ya había pasado un buen tiempo, era hora de hacerla parte de mí, de tomar su esencia por completo, me deslicé detrás de ella, y di una fuerte mordida a una de sus manos, qué aun seguían atadas al respaldo de la silla, mi mordida fue tan apasionada y potente qué logre desprender de su mano su dedo meñique y anular con todo y hueso, para ser sincero eran unos huesos muy delgados y frágiles. Comí sus dedos crudos, sabían deliciosos, la mejor mujer que había comido sin duda alguna. La comería de poco a poco, era un verdadero manjar de reyes, su carne estaba tan tierna y jugosa. Quizá al día siguiente me daría un banquete comiéndome todo su brazo. Pero por ahora a descansar. Será mejor que la vuelva a amordazar para evitar que sus gritos interrumpan mi sueño.

Cometiste el peor error de tu malparida vida, cabrón. Me mutilaste los dedos, pero esa fue la llave de mi libertad. Esperé unas cuantas horas, hasta el momento en que tus cantos se transformaron en ronquidos. Mi mano mutilada pudo fácilmente deslizarse por entre el nudo, liberándome, desaté mi otra mano y conseguí mi completa libertad, me puse un vestido que encontré tirado y me dispuse a salir sigilosamente, apenas podía caminar, aun dolía el desgarre. Pasé por tu habitación, la dejaste abierta. Te vi, recostado, indefenso, la repugnancia me inundó, tu ser me asqueó, no podía dejarte así como así, tenía que evitar que hicieras daño otra vez, era mi deber. Encontré el cuchillo de sierra con el que me habías amenazado, pero no, tú necesitabas una muerte llena de dolor. Encontré una sierra eléctrica, pero no, imposible, con el ruido despertarías. Encontré al fin lo que buscaba: un hacha. Me acerqué sin hacer ruido, dormías y un brazo te colgaba por el borde de la cama.  Me preparé y de una certera tajada, te privé de tu brazo, despertaste con un poderoso y desesperado grito, me asusté no sabía qué hacer, te lancé el hacha, pero ésta giro y te dio un golpe en la cabeza con el mango, te dejó aturdido, te recuperaste y agarraste el hacha, corrí lo más que el desgarre me permitía, corrí al cuarto donde había visto la sierra eléctrica, me encerré e intenté darle marcha, no funcionaba, comenzaste a destruir la puerta a hachazos como en The Shining el motor de la sierra no daba marcha destrozaste la puerta, dejaste a un lado el hacha para introducir tu mano por el agujero que acababas de hacer  y abrir la chapa desde adentro, yo seguía arrinconada, sin poder impedir tu entrada, la sierra no funcionaba, estaba muerta. Abriste, tomaste el hacha y te acercaste con esa mirada tan peculiarmente tuya, esa de cuando te vi por primera vez en el estacionamiento, caminabas lento, disfrutabas el momento, yo seguía intentando activar la sierra. Te acercaste, levantaste el hacha dispuesto a darme fin. Levanté la sierra para cubrirme de tu ataque, el cordón se atoró en un cajón que estaba detrás de mí, cuando levanté la sierra esta comenzó a funcionar gracias al jalón involuntario del cordón, recibí tu ataque con la sierra encendida, destrozó tu hacha, los dos quedamos sorprendidos e inmóviles por unos tres segundos. Tomé consciencia y golpeé tu cara con violencia, sentí como la sierra se deslizaba fácilmente por tu cráneo, cortando cual si estuvieras hecho de queso crema, no me detuve cuando acabó tu cabeza, la sierra siguió bajando por tu cuello y por tu torso, destrozándolo todo, tu seguías con un interminable grito de agonía, mientras salpicabas sangre y órganos por toda la habitación, sólo me detuve cuando me di cuenta de que estabas dividido en dos partes.

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