sábado, 23 de diciembre de 2017

¿MÉXICO SIGUE EN PIE?

Zenón meditaba en tres cuartos del campo, con el balón entre las piernas. Tras un par de amagues eleáticos, retrocedía la esfera (forma perfecta del Ser) a Sócrates. Éste apenas lo pensaba: con un toque de tres dedos, desentendido (como quien finge que no sabe nada), regresaba la pared y dejaba frente al portero a su compañero, que sólo tenía que empujar el gol. 

La anterior escena, que bien podría pasar como parte de un chiste del famoso sketch de filósofos griegos jugando futbol de Monty Python, tuvo lugar en la realidad a principio de los años 80, en muchos de los partidos del hasta ese entonces modesto club del este de São Paulo: el SC Corinthians, un equipo fundado en 1910 por obreros, siempre cercano a grupos marginados, y que trascendió además en el plano político, marcando un precedente en plena dictadura militar en Brasil con la llamada "Democracia Corinthiana".  

Si algo caracterizó a los pueblos de América Latina durante el siglo XX fueron las diversas represiones militares. Períodos oscuros en los cuales la sociedad entera se vio afectada por la intolerancia y la opresión de la clase política. Manifestaciones de la cultura popular, como el futbol, no quedaron indemnes a estos sucesos. Hoy forman parte de un pasado bochornoso, por ejemplo, el uso como campo de tortura que se le dio al Estadio Nacional de Santiago durante el golpe pinochetista de 1973, o la coacción ejercida por Videla para que Argentina ganara el campeonato mundial de 1978.

En Brasil, país cien por ciento futbolero, ocurrió un caso singular no sólo para su contexto sino en la historia del deporte mundial. En 1982, un grupo de futbolistas del SC Corinthians de São Paulo –entre los que figuraban los ya mencionados mediocampistas con nombres de filósofos griegos, además de otros igual de emblemáticos como Wladimir, Biro-Biro y Casagrande– acordaron con el dirigente del equipo, el sociólogo progresista Adílson Monteiro Alves, instaurar un sistema de autogestión democrática, en el cual se podrían expresar libremente las opiniones y se realizarían votaciones igualitarias para tomar las decisiones al interior del club: desde la alineación, la contratación de jugadores o el empleo de recursos financieros, hasta el menú de la comida o el tiempo de concentración antes de cada partido. El resultado fue exitoso: tanto esa como la siguiente temporada el llamado Timão ("equipazo") quedó campeón de la liga paulista, con llenos en sus estadios y logrando sanear sus problemas económicos.

Paralelamente, el equipo comenzó a portar en su camiseta mensajes en favor de la democracia a un nivel nacional, tales como direitas-já! (“¡elecciones ya!”) y eu quero votar para presidente (“quiero votar para elegir presidente”). Esto generó molestia en miembros del gobierno de facto, quienes presionaron a jugadores y dirigentes para terminar con el movimiento, pues temían que al ser el equipo más popular de São Paulo, la gente podría seguir su ejemplo y manifestarse masivamente a favor del sufragio, como evidentemente ocurrió.

El ejemplo democrático del Corinthians fue significativo pues, como dijo Eduardo Galeano, “el fútbol profesional practica la dictadura. Los jugadores no pueden decir ni pío en el despótico señorío de los dueños de la pelota, que desde su castillo de la FIFA reinan y roban”.

El ocaso de la dictadura militar en Brasil también trajo el fin del sistema autogestivo corintiano. En 1984, Sócrates -quien además de futbolista había estudiado medicina como uno de sus héroes, el Che Guevara, y que ya era amigo del entonces líder sindical Lula da Silva y del presidente de Cuba, Fidel Castro- decidió abandonar Brasil a manera de protesta, fichando con la Fiorentina. Al preguntarle por qué había elegido Italia, señalaba que era para leer a Gramsci en su idioma original. 

En 1986, durante el primer partido de la selección brasileña del Mundial de México, el Doctor Sócrates, fiel a su estilo, portó una banda en la frente con mensaje social: "México sigue en pie", en referencia al terremoto que había destruido buena parte del sur y centro del país unos meses atrás, mostrando la inoperancia de un gobierno al que sólo le interesaba mantener las apariencias hacia el exterior, pero al mismo tiempo la fortaleza de una sociedad civil organizada de forma espontánea ante la catástrofe.

Después de varios sinsabores y de la amargura del retiro, Sócrates eligió la cicuta lenta del alcoholismo. Murió en 2011, un domingo que el Corinthians se coronaba campeón, algo cada vez más habitual (esta temporada, por ejemplo, acaba de obtener el heptacampeonato del Brasileirão, siendo ya el segundo más ganador del país). 

Pero, además de triunfos deportivos, Sócrates también se quedó sin ver muchas duras derrotas en el plano político y social. Tres décadas pasaron y el eterno retorno latinoamericano parece haber vuelto a dar un giro completo. Cada "Fora Temer", "Fuera Peña" o "Andate Macri" parecieran ecos de esa época de dictaduras que pensábamos superada. Los procesos de militarización en nuestros países apuntan a nuevas medidas de represión, corrupción generalizada e impune (casos de Obedrecht en todo el continente), cese antidemocrático de derechos y libertad de expresión, crisis de servicios y políticas sociales, Estados títeres, retrógrados o hipócritamente autodenominados de izquierda, a la orden de capitalistas dispuestos a drenar hasta la muerte los recursos y los territorios de los pueblos originarios,que por otro lado nunca antes habían estado tan organizados ni mostrado tal resistencia.

Con un nuevo terremoto a cuestas en México, que otra vez desnudó la ineficiencia estatal y reavivó los lazos solidarios, y, en medio del desastre, con elecciones programadas en 2018 (tanto en Brasil como en México), cabe preguntarse si nuestro país sigue en pie realmente, y en todo caso, a qué nos referimos cuando hablamos de México, a cuál de todos los Méxicos posibles... 

Así, entre signos de interrogación, sirve más para el método mayeútico socrático.