viernes, 13 de mayo de 2011

SEÑOR MAMAR 12 (un cadáver exquisito)

Mi juventud en silla de ruedas se llena de pájaros, pero estoy caminando sobre cuerdas tensas y labios mordidos, tanto, tan mordidos, casi delicadamente heridos, deja la soledad inevitable del miércoles que contiene una Alabama marina dentro de cuaderno 4, 5, 6, 7, 2, 8, 89 minutos para comenzar la porno que cuenta una historia si de una mañana cantará la trompa de Falopio: ¡Híjoles! Pero yo nací para lamerte la entreceja, mariposa del sur se llama el licor, y mientras resbalaba sobre los guangos labios más ardiente era la comida que digería cada que mi rencor oculto en el interior de los chocorroles megadriver por una insípida marihuana cosechada en Tamaulipas por un mamífero australiano. Soy el que vino de septiembre para presenciar la lluvia y quisiera evitar complicaciones, así que ábrete a la verga y dile a los niños que naden cacareando la cadenciosa melodía vacía que trata (o hago que trate) de llenar las insondables profundidades de un pedo que me eché en la cara de 17 cuadernos antropomorfos que diseñaban una empatía pluricultural como una rosquilla de chocolate insertada en mi esófago, pero dedicada a la memoria de una niña que desapareció de la cuerda quinta del trombón. 

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