lunes, 16 de mayo de 2011

LOS ACÉFALOS

Para Nani Nájera



"Stuck inside these four walls, 
Sent inside forever, 
Never seeing no one 
Nice again like you"


Paul McCartney



Siempre tan circulares las puertas y ventanas de mi hogar, el sólo hecho de dirigir mi rostro hacia arriba me colmaba en satisfacción, tantos círculos por donde la luz del sol se escurría para rebotar en las paredes, para pintar mi morada, para hacernos felices. Mi familia llevaba ya varias generaciones apropiada del lugar, era evidente que mi madre era la que más lo  disfrutaba; a pesar de que conocía bien las reglas siempre las andaba rompiendo, era ya su costumbre asomarse por alguna de las cientos de ventanas, claro que esto lo hacía cada que mi padre se distraía. Por las noches me contaba en secreto que afuera había muchos rostros, caras gigantes, coloridas, estáticas, me decía que no podíamos comprender del todo al universo, que éramos tan pequeños que nunca entenderíamos lo que hay afuera. Yo soñaba con sus historias, con esos rostros gigantes, pero no me atrevía a asomarme. Mi padre era muy estricto, siempre se hacía lo que él decía, escavábamos todo el día sin parar, con gritos nos explicaba que tal vez afuera existiera un infinito universo, pero era necesario ir al fondo, escarbar tanto hasta llegar al fondo, era la tradición querer llegar al fondo. Además ya eran muchos muertos en nuestra familia, todos decapitados por andar de chismosos, por asomarse; a mí siempre me daba asco comerme a mis parientes, pero eso también era tradición, como si el castigo fuera doble por asomarse: muerto y engullido por tu propia familia. -Todo por chismoso -señalaba mi padre mientras se comía la mano de mi tío.  Cada que había un acéfalo mi papá iba por él, arrastraba el cuerpo, lo tendía en el suelo, lo insultaba y nos ordenaba que nos lo comiéramos: –¡Vitaminas que la madera no nos da! -gritaba fúrico con los ojos brillosos, redondos como las puertas y ventanas. El olor de la madera siempre me hacía pensar en mamá, en sus historias, cada que escarbaba las astillas brincaban y una ola de exquisito olor me acariciaba el rostro, mi rostro (pensaba) bien podía estar también allá afuera, bien podría ser uno de esos que habla mamá, y seguía escarbando. Ya para entonces mi padre se había comido a su padre, que al mismo tiempo era su hermano, y teníamos que cooperar, después de todo no podíamos enterrar a nadie, sólo podíamos escarbar y reproducirnos. -¿Qué iba a pasar si llegábamos un día al fondo, qué habría en el fondo? -preguntaba mi madre; y mi padre harto le respondía –Cállate pendeja -y seguía escarbando. Mamá era para entonces también mi hermana, pero yo la quería más como madre, su olor a madera me hacía siempre pensar en los rostros, en la luz,  su silueta postrada un día en esta ventana, otro día en aquella, siempre moviendo su torso, feliz. Cuando llegó el último de nuestros días, la luz de las ventanas era un poco más cálida, recuerdo que al despertar imaginé lo bello que deberían lucir los rostros de fuera, resplandecidos, perennes. Mi madre no pudo resistir, yo estuve a punto de aventurarme también a mirar por primera vez, pero mi padre me observaba con sus redondos ojos como diciendo “te voy a comer”, así que me aguanté. El torso de mi madre cesó de moverse, su esbelto cuerpo se desplomó de la ventana. Inmutado mi padre dijo: –Por pendeja-, y procedió  a comérsela. Por mi parte decidí ir a escarbar, a oler la madera. Mientras más escarbaba, más lágrimas fluían por mi cara, pensaba en los rostros que seguramente seguían afuera observando la cabeza de mi madre, riéndose de nosotros, de nuestra ingenuidad, las lágrimas mojaban ya entero mi cuerpo. Si mi madre hubiera aguantado un poco más, sólo unas horas, podría haber visto el fondo, yo fui el que lo descubrió. Mi padre se acercó, lo miró, toda la familia estuvo mucho tiempo sin decir palabra, la verdad no esperé que el fondo fuera tan simple, consistía únicamente en una pared de piedra. Luego de un tenso rato mi padre se me acercó, mirándome con sus redondos ojos me tomó del hombro y dijo muy serio: –Tengo hambre.

No hay comentarios:

Publicar un comentario