lunes, 18 de abril de 2011

LAS CUMBRES DE MALTRATA

A Sandriurix Barba


"Los bosques son hermosos, oscuros y profundos,
 y yo tengo promesas que cumplir y kilómetros
que andar antes de dormir. ¿Me oíste, Mariposa?
 Kilómetros que andar antes de que duermas."
Death Proof



Aquella tarde en que me dieron las llaves de “Bulter”, aquel trailer blanco que había sido de mi padre, pensé que me llevaría a ser libre, a andar en todo México, y hasta visitar otros países, hacer amigos, conocer mujeres, todo mientras ganaba buen dinero. A lo largo de mis viajes siempre he podido ver lugares que mis demás primos y tíos nunca se imaginaron, mares, desiertos, montañas, pero entre todos ellos siempre me llamó la atención uno en especial, lo conozco de pasada pero continuamente me detengo a comer por ahí, en la Fonda Lupita que se encuentra al final del ondulado camino, en las faldas de las cumbres.

A pesar del clima húmedo me agrada abrir la ventana y respirar hondo, eso me reanima a seguir conduciendo; ya que en varias ocasiones me he quedado dormido; siempre tengo el mismo sueño raro, estoy comiendo espagueti sobre un plato rojo, de repente el espagueti que he comido empieza a salirse por mi nariz asfixiándome; por la horrible sensación despierto muy asustado y aunque la ilusión es espantosa gracias a ella no he muerto, parece raro, siento que me como la pasta muy lentamente, pero en la cabina frente al volante sólo pasan pocos segundos, así que descuido mi camino un pequeño instante, cuando esto sucede me tomo la misma pastilla que mi padre tomaba, con ella dejo de dormir 2 o 3 noches seguidas, y así sigo manejando, veo cómo el sol sale en el horizonte, lentamente me quema a lo largo del día la cara y los brazos, hasta que por fin se lo come la tierra.

En general todos los caminos me son entretenidos, muy pocas veces me aburro, pero este me encrespa los vellos del brazo, como si me fuera a agarrar a madrazos con un enano mamado. En esta ruta no hay ni una parada, está hecha de largas y sinuosas curvas, cada una de ellas lleva a un hondo acantilado que en el fondo guarda una oxidada vía del tren; en las noches sólo hay obscuridad, pero por las mañanas una espesa bruma envuelve a las Cumbres de Maltrata, esto lo alcanzo a ver cuando estoy lejos de ellas, ya que mientras más me acerco el camino se va desvaneciendo… Al final sólo alcanzo a distinguir la línea pintada en medio de la carretera, parece que nunca acaba, zigzaguea, es un reto, su fin se haya en el letrero rosa  brillante que dice Fonda Lupita. Entonces uno sabe que ya ha pasado el peligro.

Mientras conduzco siempre me imagino que no llega nunca aquel letrero y que me quedo atrapado en las cumbres, manejando eternamente; siempre aparece, sea de día o de noche, con niebla o despejado. Hace apenas unas semanas escucho de vez en cuando un raro sonido, como una voz, dice palabras indescifrables, mi padre me contaba que en ocasiones oía cosas, pero ellas eran producto de las pastillas, así que es normal, a veces son esas mismas voces y el juego de comprenderlas lo que me ayuda a sostener los fastidiados párpados.

Una vez más se acercan las Cumbres y con ellas el manto brumoso. Es inquietante después de un dilatado y tedioso recorrido; en esta ocasión me tocó cruzarlas de mañana. El aire es frío, me entibia la cara. Surgen curvas, se atisba el principio del desfiladero, escucho el rugido del motor frenando, y un rápido murmullo indescifrable, la línea tambalea, el viento de la ventana me calma, siguen las curvas, el viaje es tenso pero fruicioso, siempre esperando que no surja la luz rosa del letrero, que las parábolas del camino sigan y sigan, pero como siempre ahí está; me detengo y las mesas están solas, pero aquí siempre hay servicio. Pido lo de siempre, mi platillo favorito, no puedo evitar comerlo, el espagueti está riquísimo y lo puedo tragar sin problema, nunca había sido así, miro por la ventana que está junto a mi mesa y ahí afuera veo la oxidada vía del tren, sobre ella a lo lejos veo un camión blanco volcado y me recuerda a mi padre, cuando se fue libre un día a recorrer caminos.

LEONARDO EGUILUZ

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