lunes, 18 de abril de 2011

EL JARRITOS

Con las emociones y percepciones enredadas
Tomo asiento en una mesa de abajo
Ricardo y yo pedimos Indio.
Pupilas dilatadas y chamarras mojadas,
Lluvia en mi cabello.
Mi anécdota de borracho desata impresión en Ricardo.
-No es tan impactante- digo.
La vio…
Entre todos los peldaños del infierno, entre las cumbres de soledades,
En cada uno de los arrabales etílicos y banquetas de tristeza,
Escogió el jarritos.
¡Puto jarritos!
Mi sangre se congela, mi mente se disipa.
Ella, la niña, está en el baño.
El oír ese nombre me da náusea, esa existencia a 3 metros de distancia.
Tan frígida, tan cargada de suicidios morales.
No la veo, imagino su contoneo, me fastidia.
No quiero estar ahí, debería salir, mi cerveza aún tiene escarcha.
Mi neurosis se desamarra.
Pienso en pensamientos sobre pensar otros pensamientos.
Volteo en el peor momento y ahí está
Su figura desfigurada
Sólo un contorno de ropas emo y un rostro sin esencia.
Silueta cargada de pinches simbolismos depresivos
No la enfoco, es un personaje lejano de Seurat,
Una mancha de colores rotos,
 Cada pincelada en el lugar exacto.
Nombre sin alma
Camino sin alumbrado
 Pasado sin futuro y/o presente.
Pasa a centímetros.
Indiferencia.
¡¡¡HASTA AQUÍ LLEGAMOS!!!
No estoy triste, ella tampoco.
Y ambos lo sabemos
Me largo en un unísono de  botella vacía golpeando  la mesa.
Me siento realizado/destrozado
No más individualidades corrosivas
Ni siquiera besos obligados.
No más arquetipos de felicidad funcional.
Ni noches de chantajes amorosos.
Ni bancas con helado,
Ni un soborno hipócrita.
Mi nada por fin está cubierta de todo.
Creo que me siento bien.
 Sin embargo, esta noche no quiero escuchar música.


LUIS VILLALÓN

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