martes, 26 de julio de 2011

LSD (UN ENSAYO)


“You can't understand a user's mind,
but try, with your books and degrees.
If you let yourself go and open your mind
i'll bet you'd be doing like me
and it ain't so bad”
Alice In Chains

Me tomo un día de asueto químico; Mis mejores amigos han insistido tanto, no puedo seguir negándome. Sí, pensarás que soy snob o un borrego, pero después de todo lo que han hecho por mí, después de que desfragmentaron sus almas y me las sirvieron en charola de plata con Champagne y de todos esos caminos cognitivos de los que me hicieron partícipe sería ingrato y cerrado juzgarlos sin adentrarme en su mundo: allá voy amigos; mi amigo Allen Ginsberg, mi amigo Syd Barret, hermano Baudelaire, valedor José Agustín, Camarada Huxley, Sr. Lennon… Las maletas están hechas, ¡Bon Voyage!

Mi tícket está listo; se me entrega recién salido de la bolsa escondida en un tenis Canguro. La cuarta parte del importe por ser mi primer traslado. Espero la próxima salida, impaciente, se me recomienda beber agua para acelerar el proceso, pero el agua no es lo mío; escojo las Modelo heladas. Bebo y bebo, ansioso y dudando del despegue, los demás están en lo suyo, bebiendo Ballentine’s, Modelos y Barrilitos. Monologo internamente sobre la calidad del producto una vez que se disuelve bajo mi lengua ayudado por frotaciones violentas del órgano pasional: caricias severas, caricias papilares desesperadas, como dos amantes obligándose a postergar el encuentro carnal  para perpetuar ese breve arrebato de embriaguez sentimental. También me serví para mi empresa de la humectación de cerveza. Pasó aproximadamente una hora y media y nada cambió en mi sensorialidad, tengo que admitirlo, después de una década dedicada fervientemente al arte de la borrachera, mis neurotransmisores generaron una resistencia y frialdad de roca. Requerí un aumento de dosis: ½ cartón. Pronto dejé atrás la insípida lucidez. Los colores arremetían con su violencia Van Gogh, una calidez desesperada, de amplificador de bulbos con falso contacto.  Un cuadro malo, un cuadro de departamento de decoración interior de Liverpool, me atrapó, me encadenó a su previsibilidad de patrones repetidos, su amarillo sol, su rojo anarquismo, sus espirales de dialéctica desmoronada, sus líneas firmes, la armonía del talento en el síndrome de Down (realmente había sido pintado por un niño con Down, me enteré después) Me hipnotizó. Realmente los brevísimos destellos de piltrafas sinestéticas, no eran fogosos como la mayoría de los anteriores pasajeros me comentaba; debo decir, un poco de desilusión, la alucinación referida por varias citas me fue negada. Pienso en la deficiencia imaginativa de mi mente; los motivos preestablecidos de fábrica; mi incapacidad para tener o retener algún sueño que raye en lo absurdo, mi pensamiento occidental incrustado en lo más dentro del espíritu.  Envidio tanto a esos, los del pensamiento mágico eterno, los que permiten al inconsciente navegar en  collages de eventualidades inconexas, los dispuestos a aceptar una espiritualidad tapizada de verdades de cuento; aquellos que hallan sus verdades en lo inexplicable. Soy un muerto, un aguafiestas del soñar, mi psique limitado por mis barreras culturales, por mi cosmogonía meramente racionalistas, de comprobabilidad, de pseudociencia. No estoy enojado conmigo, sólo decepcionado, mi puta mente y su indiferencia ante la sensación y las revelaciones nuevas. Mis neuronas muertas, mis paisajes aburridos. 


(…)


La efervescencia de la euforia rápidamente se apoderó de mí. Reí, reí con cada fibra de mi melancólico gaznate, con el reflejo de pupilas dilatadas en sueños de entrega; de entrega a la real realidad suprarrealista, a mi percepción de recién nacido (radiante), al descubrimiento del paraíso externo reordenándose en las neuronas envenenadas de fulgor y anhelo de sentir. La vida tomó un exagerado matiz de HD 3D a la novena potencia, con el sonido recibiéndose calidad Dolby Surround 25.1, mi piel de clítoris, mi lengua de herida profunda con limón y sal, mi lengua masoquista; nunca he sido un Jean-Baptise Grenouille (no hay metáfora olfativa).
Pese a mis predicciones de vagar en mis infiernos, de internarme en mis fantasmas y materializar mis pesadillas, nada horrendo me atormentó, soy snob, esnobistamente feliz, mi mente se retacó de un inmenso deseo de otredad,  mi hígado supurando fraternidad: Amor, amor, amor, amor, amor, amor, amor.  El deseo vegetariano, la comunión universal perfecta. Al fin: espiritualidad no revuelta a la moral y aderezada con rajitas de canela y genocidios. Vamos hermanos, abracémonos, consolidémonos como la raza suprema, cohabitemos con chocolates, amistad y superioridad, es bien sabido que somos una plasta de nihilismo romántico. No me sentía tan feliz desde que me percaté de la inevitabilidad de la muerte: se convirtió en mi amante más cachonda.  
  Pronto se rindieron todos, me quedé adentrado en mi profundo auto-psicoanálisis-lisérgico, me acompañaban mi scotch on the rocks (con cerveza Barrilito sustituyendo las rocks) y mi música: clichescamente elegí el buen Dark Side Of The Moon de (¿es necesario decirlo?) Pinche Floyd. Apagué la luz y me aposté en esos latidos de corazón iniciales, cuando llegó la frenética On The Run no pude soportar tanta información sonora, la plasta creciendo, la música tomando vida, tomándose la eternidad disponible de cada segundo, saturado de información, ¡Tanta info!, la información violándome, violando mi puto oído, violándolo, desgarrando el canal auditivo externo con la información como una verga llegando al colón de mi cerebro, atascando todo un sentido, mi mente evaporándose con toda la información que presupone una canción en 8 canales máximo, el Hi-Hat irremediable, imparable, alterándolo todo, mutando sin cambiar… Prendí la luz y sentí el frescor de disipar mi atención hacía otro sentido: con el ojo y el oído recopilando información al mismo tiempo nada resultaba asfixiante. Intenté escribir, la cuartilla en blanco invitándome con la calidez de la vagina húmeda y rasurada a infectarla con el semen y herpes de mi pluma …nada bueno salió, un breve compendio de mis inseguridades artísticas, texto (crease o no) más mierda que éste, me dirigí hacía una guitarra acústica con la finalidad de componer, un acorde de Mi mayor se sostuvo por minutos, con rasgueos y arpegios distintos, la calidez de saberme atrapado en las diversas posibilidades de aquel acorde para principiantes me serenaron: imposible crear arte bajo ese estado de consciencia: por lo menos en mi particular caso. Cómo a las 8:00 a.m. fui a dormir, no recuerdo actividad onírica importante. 


Apéndice de la soledad no dialéctica 


Durante el recorrido me di cuenta de mi inseguridad, de mi felicidad y sobre todo de mi inseguridad (sick) [sic], me aferré a una máscara absurda de lo que no soy, de lo que no quiero pinche ser, la máscara se pegó a mí, aferrándose con la potencia de la silicona hirviendo y el cemento seco. Rechazando el calor de la otredad en pro del juicio sintético a priori de lo que creo no ser. Trabajando arduamente en inventar nuevas formas de causar repugnancia, de mantenerme alejado, de evitar el rechazo, alienándome a los caprichos de mi mente malsana, pensándome pretenciosa y torpemente un personaje de Camus, llegando a extremos tales de sólo poder tolerar a otras personas bajo los efectos del alcohol, sintiendo un asco increíble por mí  tanto como por ti. El saldo fue un alcoholismo arduo y diario que deterioró mis funciones excretorias, obsequiándome los síntomas renales de la diabetes, y el círculo vicioso de la depresión y ansiedad infundamentada. Ese puto insomnio de pensamientos inconexos, de pensamientos que llegan en una mínima de tres en tres, apilándose y sin dejar oír al otro, en un discurso ininteligible, las imágenes mentales transparentándose para dar lugar a otra pero sin ceder, con el caos de tres disquitos de View Master pegados juntos, mostrando sus diapositivas caóticas y apocalípticas, enseñándome la desesperación y tedio de la posibilidad de una locura. La verga tristona y con flaccidez impredecible (¡la muerte!), los órganos vitales dolientes  ansiosos  y desparramándose dentro de mí, su pútrida coraza  neurótica. Y la muerte desabrida y lenta y tortuosa y nauseabunda e irreversiblemente dolorosa, y mi cuerpo adolescente raquítico, obeso y amarillento. Mi epicureísmo pendejo, aceptando pasiones superfluas y pasajeras por dolores futuros superiores, dolores, reitero, de muerte lenta y nada disfrutable.
Es un gran método para deshebrar tu inconsciente, para verte desnudo, para verte en la debilidad de cada una de tus pasiones suicidas, para retirar la máscara y ver tus supuestas autojuzgadas virtudes convertidas en un tazón remojado y salado de inseguridades, ver el odio que imprecabas a los demás como realmente es: un profundo odio y asco a ti mismo: estoy a favor del auto-psicoanálisis-lisérgico …Me reveló algo en mí que no conocía: mi perímetro de felicidad eufórica, y métodos para absorberla de una buena vez por todas.              

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