domingo, 4 de mayo de 2014

DE PAR EN PAR

Mis mortuorios dedos sujetaban débiles el viejo lápiz, veía esas hondas marcas de mordidas en el metal que algún día sujetaron una goma; escribiría mi última carta, aquel sobre lo había guardado hace años entre mi libro favorito: El corazón de las tinieblas. El papel esperaba paciente a ser dibujado por la chata punta de mi lápiz, antes pensaba que me esmeraría mucho al hacerla, le pondría pequeños detalles, letras de molde, colores, copiaría una estilizada tipografía. Claro, el mensaje era lo más importante, pero quería algo más, deseaba que la carta estuviera lejos de lo precario, pretendía derrocar susceptibilidades. Siempre pensaba en el orden de los sucesos, cómo hablar de mi amor por ti sin extraviarme; en ella quería ceder, arriesgarme, no padecer. Era un cobarde, me ahorraba el fastidio al máximo ¿para qué sufrir? Sabía que debía darle cause a todo ese basurero oculto en mi cabeza, expulsar con el humo de las letras ese enjambre que me atormentaba. Pero ahora, tendido sobre estas ruinas sé que mi vida la tiré a la mierda, sólo debía haber escrito esa carta, entregarla y partir, eso por lo menos hubiera tenido sentido, sin embargo fue al revés: te desterré, te suplí con cosas, las cuales ahora están deshechas, “el mundo está lleno de arrepentidos”, decía mi madre, y yo aquí me deshago en magros arrepentimientos. Nada puede cambiar mi situación, la sangre ha empapado las mangas de mi camisa morada, recapacito en toda esa estúpida existencia sin riesgos, de empleos con salario fijo, miserables prestaciones, múltiples regaños, pantallas de plasma empotradas en la pared. Había sido un conformista y ahora me conformaba con este fétido suicidio, ni el amor me había salvado de mí mismo; sobrevivir era ya un puerto en llamas y aun así no quería ya nada sino morirme, pero no sin haber terminado esta maldita carta:


Sentirás la textura del bordado peruano, recorrerás con esos difíciles ojos de amblipígido el diseño del sobre. Esa forma de chullo te hará conocer mi afición por los sombreros; tu memoria se inclinará sobre esa vetusta noche en la que me dijiste: “tienes que ser mi novio”; recordarás que rodeados de fumadores de marihuana no contesté nada, me quedé pasmado, quería evitar sufrir y sufriendo me despedí de ti. Contabilizarás las pocas veces que me viste en tu vida y te preguntarás: qué hago yo aquí leyendo la carta de este bastardo engreído. El haber leído la palabra “bastardo” te hará querer leer más, y encontrarás palabras divertidas como: “imbécil”, porque también rememorarás esa cálida tarde afuera del Tren Suburbano, en la que ambos esperábamos una señal, un roce, una caricia y no hubo mas que un adiós. Se te ocurrió que tus fotos en Facebook con tu nuevo novio me harían apartarme aún más de ti, pero fue al revés, más desesperado terminé, y en el acto más estúpido dejé todo, hasta a mí mismo, tú sabes, para ceder, sólo así estaría tranquilo. Evocarás esa mañana cuando te dije que desde niño yo ya sabía que viviría el fin del mundo, y sabrás que así será, conocerás un inmenso mar de fuego sobre tu rostro, sentirás tus muslos y senos arder, derretirse, mirarás a las flamas masticando tus ojos, escasos serán los segundos de tu infinito dolor, y ya no serás más, ya no podrás conocer más, y yo estaré escondido en un lejano dique escribiendo esta carta con la venas abiertas de par en par, como puertas, o bocas de peces fuera del agua, desparramando ese pulque carmín que es la sangre.

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