Veo el papel higiénico ensangrentado.
No me duele el ano.
Asumo que la sangre vino desde algún intestino roto.
¿Ir al doctor?
Me lo sé de memoria,
como poesías de Sor Juana
memorizada para ceremonia de primaria:
Debes dejar de beber,
adiós al aceite 1-2-3.
Bicicleta...
Escojo comodidad.
Ni siquiera me disculparé con mi futuro yo.
Ese pendejo en ostomía de tres piezas.
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