lunes, 11 de junio de 2012

GENERACIÓN Y


Empaquetado. Recluido a tu prisión de mentiras. Yo que nunca llego tarde a la hora del antibiótico, yo que me veo desmoralizado por el diario discurrir de la vida, por el tropezado  sinsabor de los colores diarios. Las tonalidades grisáceas de la oficina me recuerdan lo barato de la vida hace tres generaciones. Las tonalidades grisáceas del amor me recuerdan todas esas megalomanías que llamamos virilidad. Y los verdugos que planchan sus trajes de gala, los que únicamente te cortan los miembros y te dejan con la apariencia de una pildorita neuroléptica. Te compran con su cínica libertad de expresión y funerales públicos. Nacimos en el año de la tierra infértil, donde los espectros resguardan todo el pasto seco y amamantan a sus  sádicos retoños. Aquí, donde todos los fuegos, una vez despedazados,  se extinguieron para dar paso a la apatía generalizada, a las tristezas compartidas. Las clases de historia remplazadas por manuales sobre nudos Windsor. Verás a todos esos intelectuales cavando en lo más profundo de sus mentiras, buceando en el conformismo, rasgando maniáticamente las puertas del salón de la fama, hasta que todos nuestros hímenes yazcan en sus estatuas; ese mismo día, cuando el arte deje de ser un pasatiempo y se convierta en armamento. Nuestra esencia no se creará ni se destruirá, se transformará; se enreda en una cara triste, en un racimo de sueños difuminados. Es prostituida y degollada por un puñado de monedas y una opinión. Nacimos de las cenizas de una bella semilla.  Hambrientos del derecho a una condena de libertad. A inventar nuestras propias cadenas perpetuas y pactar como infantes. A dejar nuestras ridículas jaulitas y reencontrarnos con versiones más primitivas de nosotros mismos, aquellas en las que el amor no era un juicio estético, cuando sólo era el núcleo de toda objetivación y la retroalimentación de toda acción. Sí ellos fueran como nosotros estarían acabados e hipocondriacos para estos momentos. Nosotros celebramos nuestras elegías y danzamos orgiásticamente en nuestros epitafios, mientras estamos hipnotizados por esa inminente lluvia de balas, por el factor que nos haga empezar de nuevo, mientras las más humildes intensiones permanecen asfixiándose en ese caricaturesco saco café claro con un signo de $ en verde que se llama triunfo. El sentimiento sintético de que las palabras en un manifiesto empresarial te acechan, te van persiguiendo como crueles hormigas a la carroña, escapar de sus tenebrosos colmillos y sus exasperantes formas de distribución y alienación, eres parte y te encuentras vagando en sus sucias mentes, procurando la exclusiva militancia de tus acciones, para reconstituirte, con las ranuras para enjuiciar vacías.

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