Postrado en la cama. Enfermo. Mi incapacidad ahogándome de
vida. Tullido. Los órganos croando, crujiendo.
Fiebre. Dolor. Mi cuerpo supurando infecciones por cada fosa. Una
masacre acontece en mi interior. Un país, sangriento, petulante, sádico.
Hermoso. Quiero gritar, bailar, cantar. Nunca he sentido tanta vitalidad
recorriendo mi cuerpo. Todo funcionando como maquinaria de reloj burgués. Hacer
un inventario de mis órganos, nervios, mis venas. La enfermedad que
irremediablemente crea una concepción de mí como un todo enorme. Ente frágil. Diminuto. Efímero. Próximo a
perecer.
No hay nada. Una oscuridad acurrucada, fetal, de la que nace
un resplandor (Dígase un feto dentro de un feto). Todas las posibilidades desplegadas como un
mazo de naipes. ¡Cógeme! Recorre mi tísica piel. Estamos condenados desde la
concepción, (adhiérase un feto más a la fórmula ( opcional)). Siéntete enferma,
mi princesa. Que un sublime río de pus recorra tus intestinos con gracia de
ballet. Cágate en la cama. Siente el todo. Hipersensibilización. Saborea tu enfermedad con el mismo éxtasis que
mi verga en tu chocho. No eres nada. No fuiste. ¡Ja!, no serás.
No hay comentarios:
Publicar un comentario