viernes, 9 de septiembre de 2011

PERIODISMO A LA ROBERTO G. CASTAÑEDA


-¿Qué tienes? ¿Estás enojado?- Me preguntó ella, mientras subíamos a mi carro rumbo a su casa
-No, no estoy enojado.
-Entonces, por qué estás así.
-¿cómo?
- Pues así, todo raro y de malas.
-Pues no sé, supongo que así soy.
- Sí, pero es raro que te enojes, casi nunca te enojas.
-Que no estoy pinche enojado, ¿está bien?
-Ves. Eres un mamón.
-Cállate.

Ella se distrajo jugueteando con el estéreo, trataba de seleccionar alguna canción que me provocara risa: intentó con Charlie Montanna y con la canción del Nene Consentido, supongo que en ese momento se hubiera conformado con  que una pequeña y efímera sonrisa me brotara, o ya de perdis con cualquier reflejo o calambre en la comisura de mis labios. Pero no, Me mantenía con la mirada fija, de muerto hastiado de estar muerto, retina  perpetua y de algún modo perdida en el camino. Para mi sorpresa ella se desesperó, desistió de sus intentos de sacarme una risa; y en un gesto de mero mimetismo optó por tomar mi actitud: abrió su ventana y dejó la mirada vagando en el camino, dándome la espalda lo más que le permitía el asiento contiguo del auto. No le di la importancia que ella buscaba; tome el iPod y puse un poco de los buenos Beatles, creo que fue I Want You, no estoy muy seguro. Me concentré por completo en la música, subí el volumen al máximo (bueno casi, sólo un poco menos del límite, antes de que mis bocinas baratas empiecen a distorsionar los bajos)  e ignoré la actitud de mi pasajera sugestionándome en las bellas canciones. Al ver que sus esfuerzos de llamar mi atención fueron inútiles, bajó de putazo el volumen de la música y empezó:

-Ya me vas a decir qué chingada madre tienes.
-Ya te dije que no pinche sé, ¿está bien?
-Me caga que estés así, habla, dime porqué estás encabronado.
-Ya te dije que creo que no estoy encabronado, quizá estoy algo triste y encabronado, pero no encabronado
-¿Por qué estás así?
-¿Qué, no puedo?
-Pues sí, pero casi nunca estás así.
-Pues perdóname, no puedo hacer el tonto todo el puto tiempo, desgraciadamente soy humano y tengo pinches emociones y esas mamadas que me cagan, si dependiera de mi estaría feliz todo el puto tiempo, pero no, desgraciadamente hay neurotransmisores y sustancias químicas en mi mema que me provocan estos putos sentimientos, créeme, si por mi pinche fuera ahorita estaría cagándome de la risa.
-Estás bien pinche amargado.
-¿Tú crees?
-pues sí, es obvio, siempre tienes esa mirada de loco, y todo te aburre y nada te gusta. ¿Por qué estás tan amargado?
-No sé, supongo que no me gusta mucho la vida que digamos. Es aburrida y tediosa.
- Por eso vienes de mamón ahorita.
-No.
-¿Entonces?
-No sé.
-¿Cómo no vas a saber?
-Pues no, no sé. Podría saber si me pusiera a pensarlo, pero la neta me da un chingo de hueva. Creo que es el problema con la mayoría de las personas, siempre se detienen a pensar porqué están enojados o tristes y no se preocupan nada por disfrutar esos sentimientos crudos. Tratan de encontrarles una raíz y extirparlos al instante, me parecen cobardes, huyen de profundizar en sus demonios sin explicarlos, en cuanto aparece el mínimo malestar se concentran en reflexionar, o en hablar con alguien o ayuda psicológica, no dejan al odio, la tristeza o la ira florecer en una bonita neurosis per se, sin pinches genealogías baratas. He ahí el porqué la mayoría de arte moderno es frio, previsible, explicable y pendejísimo.  
- No sé de qué te pinche quejas, tú también eres igual de cobarde que los demás, en cuanto sientes el mínimo dolor te emborrachas. Estás amargado y eres cobarde.
-¿Y?  …De todas formas me voy a morir algún día, en tres años supongo.
-¡Ay sí, ajá!
-A ver. Y tú ¿por qué bebes?
-Pues, porque me gusta, supongo.
-Es la mejor respuesta que he oído.
-¿Sarcasmo?
-No, en serio, creo que yo también bebo porque me gusta, cuando me pregunten eso responderé: porque me gusta, es tan directo y cierto.

El camino siguió silencioso un rato más, sólo adornado por los Beatles de fondo. Hasta que ella se hartó y prosiguió:

-Otra vez estás de mamón
-No sé
-¡Aaaay! Chale, de veras que contigo no se puede.
-…
- A ver, ¿y ahora qué traes?
- Ya te dije que no pinche sé, ya, déjame en paz. ¿Quieres?
- Eres un mamón amargado.
-Creo.
- Ya déjame aquí, es muy temprano, no quiero llegar todavía a mi casa; voy a caminar un poco.
-¡jajajaja! ¿Te das cuenta de lo falsa que eres?
- ¿y ahora por qué? A ver ¿por qué chingaos soy falsa?
- No tienes ganas de caminar, sólo quieres llamar mi atención, si realmente quisieras caminar, te hubieras bajado en tu casa, hubieras esperado a que me fuera y te hubieras salido a caminar sin que yo me enterara. Pero no, tú lo que quieres es que te ruegue, y que te pida que no te vayas. ¿Por qué me tenía que enterar de tus planes de caminata si no?
-¡jajajajaja!
-Ves, hasta a ti te dan risa tus mamadas.
- Eres un pendejo
-Pero no chantajista
- Eso no es chantaje, ya déjame aquí.
-¿Segura? Conmigo no sirven esas escenitas, si te bajas me arranco y me voy valiéndome verga, ya estoy grande para andar con esas mamadas de novios de secundaria.
- Sí, yo sé cómo eres, de ti no se puede esperar nada lindo.
- Pues obvio no, tú bien sabes que estoy “amargado” .
- Sí, ya me voy, déjame aquí. 
- Bueno, no quedó en mí.
- Eres un pendejo.
Ella se bajó del auto y dio el azotón reglamentario a la puerta para culminar cualquier buena escena de pelea en una comedia o drama romántico Hollywoodense. La vi alejarse lentamente, por obvias razones y a pesar de que la dejé en una esquina donde fácilmente podría girar y tomar una calle en sentido contrario que me impidiera seguirla no lo hizo, siguió derecho por la avenida por donde yo circulaba. Esperé un poco y me reí de mí mismo, atrapado en el infinito juego de los chantajes, de ceder a los caprichos (por más estúpidos que sean) de las damas, por qué nunca se puede lograr una relación basada en el dialogo racional, pero en fin, de qué verga me quejo, hace rato yo, con mi mutismo, con mi jetota, supongo que no estoy listo para alcanzar la relación perfecta, con los canales de comunicación dilatados, abiertos de par en par. A quién engaño. Las peleas de pareja por más insulsas y risibles que parezcan, refritas en sus propios diálogos infinitos, desgastadas en un vaivén de dimes y diretes, aunque a ninguno de los dos les parezca importante aplazar las recriminaciones empezadas a medio día hasta las 3:00 a.m., se sigue ahí. ¿Orgullo o pasión? Supongo que un licuado de ambas. Es la salsa en el taco de las relaciones. En ese momento una canción de pop plástico me desconcertó, no salía del estéreo: ella dejó olvidado su teléfono móvil, era un mensaje; obviamente lo revisé, el remitente era un tal Sebastián:  Amore, ayer me la pase increivle, me regalaste una de las mejores noches de mi vida, creo que me estoy enamorando, muchos besos, tkm” [sic], cerré el celular, lo dejé tal cual, la vi aún caminando a lo lejos, con paso lento, con paso que invitaba a abordarla, me le acerqué conduciendo lentamente con las luces intermitentes encendidas, ella pasó cerca de un charco. Aceleré y la salpiqué. No la mojé mucho, rió un poco, se acercó a la ventana y:

-¿Ahora qué quieres?
-¿Te mojé?
-No… bueno poquito.
-Ya súbete.
-¿Para qué?
-No sé.
-Ya me voy.
-No, súbete por favor.
-¿Qué quieres?
-Que te subas.
-¿Por qué?
-Por favor.
-Déjame en paz.
-Pero si te subes.
-Que no.  
-Ah ya vio.
- ¡Ja ja ja!, estás bien pinche loco.
-Tú también. Ya, lo aceptó caí rendido a tus caprichos, los dos perdimos, te seguí tu pinche jueguito, aquí estoy persiguiéndote, me había jurado nunca volver a hacer esas mamadas, me siento raro y malogrado.
-No se lo contaré a nadie. Lo prometo.
-Cállate, ahora si tengo razón para estar encabronado conmigo mismo, odio esos pinches destellos de humanidad.
-Dame un beso.
-Sí.

-¡Chale!, no sé por qué caí en tu chantaje, disfrútalo chava, es la única vez que cedo a esas estupideces.
-¡Ja ja ja! Lo sé. Eres bien culero.
-siempre he pensado que si estuviéramos casados nos moriríamos como en un año. Imagínate lo pinche alcohólicos que seríamos, nadie le pondría un alto al otro, no la pasaríamos bebiendo diario, estaría bien pinche metal.
- ¿En un año? En tres meses yo digo, somos la neta.
-No hay que casarnos nunca, no me quiero morir… Aún.
-No, yo tampoco.
-¿Quieres ir por cerveza y a coger?
-Bueno… ¿Sabes?... Te quiero mucho.
-Gracias.

No hay comentarios:

Publicar un comentario