Que mis palabras no sean puñaladas en la garganta de mis
seres queridos.
No verme reflejado en la pupila de una ninfómana.
Convertirme en un ser minúsculo:
Un multimillonario,
un vagabundo autoconmiserado,
un asesino a sueldo, no a lujuria.
No aparecer en los libros de texto gratuitos como el tipo
que empezó un culto a un charco de orina con forma divertida.
Que mis palabras y acciones no se contradigan.
Las ratas e inyecciones.
Morir hepáticamente saludable.
Volver a confundir codependencia con amor.
Que quinceañeras snobs tomen mis cantos por sus himnos.
No utilizar la palabra vasectomía en este escrito.
Seguir al pie de la letra las indicaciones del doctor.
Recibir un regalo…, salvo que no lo merezca.
Ser torturado…, salvo que no lo merezca.
Disfrutar la vida.
Ser tomado en serio y tener que discutir mis ideas con
aburridos y (sexualmente) impotentes académicos tragalibros.
Ser condenado a una patética y previsible vida de ojos
vendados y recibir estímulos pavlovianos disfrazados de verdad por realizar
tareas irrelevantes y definir eso como felicidad y/o triunfo; o sea:
Ser yo.
Ser tú.
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