martes, 14 de enero de 2014

SKETCH DE UNA NOVELA AUTOMÁTICA DEL SIGLO XXI

Somos un manojo de nervios, epidermis gelatinosa, un montón de vesículas apiladas, glándulas exaltadas, una cubeta de aminoácidos, células hipocondríacas, venas hierba-mala, encías inflamadas, protuberancias blanquecinas, dientes de esquite, fallas renales, el Excélsior, cirugía plástica, caviar, genocidios, hormonas en su punto de ebullición, máquina de besos, cheque en blanco, autómatas ejecutivos, pulmones góticos, perros sarnosos, uñas mordisqueadas, risa de esquizoide, erupción de neurosis, gafas negras, excesos de Válium, capas linfáticas, institutos bien jerarquizados, esternocleidomastoideo, lactobacilos Casei Shirota, sándwich sin corteza, fetiches damnificados, plazas erógenas, monumentos estériles, licencia de conducir renovable, rebanadas de ectoplasma, calcio expirado, moléculas cachondas, años bisiestos, vellos rubios en el recto, carnosidad en los párpados, páncreas, mandato irrevocable, bolsillos de mezclilla, tiroides amaestrada, serpentinas de fósforo y potasio, conjuntivitis, cuerdas para yoyo, Salinas de Gortari, organismos acéfalos, cicutas y cigotos, dimes y diretes, retículas y cutículas, pieles y mieles, orgasmos con espasmos, intestinos delgados y pitos parados, células y cédulas, glúteos lúteos…, como meados mareados, lípidos límpidos, vulvas con pulgas, esporas con toras, pezones cabrones, fleco de José Emilio Pacheco, castrados dopados, tórax y Kodaks. 
¿Qué somos realmente? ¿Qué hay dentro de todas estas nomenclaturas, detrás de los viajes al supermercado con carrito lleno, de la reunión AA, de la boda de un amigo, de las velas de un pastel, de las hipótesis en salvia Divinorum,  de las pupilas de un vagabundo, del trino de aves chamagosas,  de las alertas sísmicas, de las desvirgaciones precarias, de la guerra fría, de los sacapuntas inflamados, de las noches de cine, de las costras inexplicables, de los sitios web de citas a ciegas, de los bostezos vespertinos, de las novelas rusas del siglo XIX, de los camiones de bombero que usan peluca, del primer beso jugando botellita, de la ridícula cantidad de lápidas, de la galaxia de Andrómeda, de la entrevista con el ginecólogo, de los 30 minutos de recreo, del cerebro hecho tortilla por la llanta trasera de un Torton, del hedor a humedad en una chamarra de gamuza, de un Dios carpintero, del paseo por el parque tomados de la mano, de la contemplación de un oleo posmo, del suicidio de un vecino, de los renacuajos en la fuente municipal, del anillo de graduación, de las 11:37 a.m., de ayudar a un anciano a encender la radio, de usar el bigote a la Hitler, de las extremidades adormecidas, de los hot-cakes con tocino y maple, del calendario con chistes del ’52, de la prostituta chiqueada, de las llantas de entrenamiento para bicicleta?

Filósofos y embusteros intentan entender y servirnos en una compleja charola de elaboradas trampas sistémicas al ser. Estamos condenados en el patíbulo  de sus fenomenologías, a una vida de abastecimiento eterno, de sortear tedios y encontrar a nuestra mitad homeopática entre cenas lujosas y revolcones en sábanas menstruadas. Escondido entre neuronas y jaquecas se encuentra el freno de este nauseabundo carrusel sinfín… Empresa quisquillosa.  

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