martes, 24 de septiembre de 2013

LA HORMIGA CINÉFILA

La vida es un programa aburrido,
un sendero recurrente,
enumerar sílabas y domar pasiones,
Verle el culo a la vecina… Maiakovski.

La muerte es un apéndice en stand by,
un anhelo tímido,
el amor punzocortante
de una madre hipocondríaca.

La vida, perpetuo funeral de metas,
álbum de experiencias denegadas,
maratón de epitafios,
status quo de hormiguero;
yo..., nimio,
 hormiga cinéfila.

La muerte es lujuria,
unánime tabú,
El beso robado a una bella puta.

La vida es un deja vu enlatado,
el reflejo tornasol del hígado extirpado,
ejercicio caligráfico en una nota suicida. 

jueves, 5 de septiembre de 2013

EL JUICIO

«Las cosas que vemos son las mismas cosas que llevamos en nosotros.
 No hay más realidad que la que tenemos dentro.
Por eso la mayoría de los seres humanos viven tan irrealmente;
porque creen que las imágenes exteriores son la realidad
 y no permiten a su propio mundo interior manifestarse.
Se puede ser muy feliz así, pero cuando se conoce lo otro,
 ya no se puede elegir el camino de la mayoría.»
Herman Hesse 
Señores del jurado, honorable juez, me gustaría poder prescindir de un abogado y llevar mi litigación por cuenta propia. Quizá les resulte un tanto extraño, pero en cuanto escuchen mi declaración verán que la simple tentativa de contratar a alguien en mi defensa vendría a ser totalmente contradictoria con el carácter de los argumentos que concebí.
Antes que nada me declaro completamente culpable, sé muy bien que lo que hice tuvo consecuencias horribles, sé que pudo haber causado la muerte de varias personas, sé que pudo causar fuertes declives en el sector económico, incluso sé que pudo comprometer diplomáticamente a la nación. Sé muy bien que mi decisión o error -como lo quieran tomar- es algo en extremo grave y que merezco una severa coerción… Dada por sentada esta declaración de culpabilidad no me queda más que apelar por la condena, si me permiten.
Será necesario que retroceda un poco y les cuente algunos datos importantes sobre mi vida para que puedan comprender mis motivos. Me gustaría que no por esto me tomen como un vil chantajista en busca de su reconocimiento o expiación, estoy consciente de que lo que hice merece una rigurosa sanción en cada aspecto de la ley; sólo preparé esta defensa en beneficio propio, no me importan para nada las opiniones que puedan acarrear sobre mi persona; es más, no me importan para nada ustedes, solamente ejerzo lo que se conoce como derecho de réplica.
Sin más preámbulos quisiera comenzar con mi declaración formalmente. Primero lo primero, yo no me considero parte de ustedes, todo esto me provoca una repugnancia abismal, esto no es para mí más que un teatrito  absurdo, sus vidas me aburren al grado tal en que los considero insignificantes, no existe medio alguno por el cual me puedan castigar más de lo que ya he sido castigado por la existencia misma. Quizás ustedes me consideren una especie de monstruo al asentar estas declaraciones y esperar algún beneficio a cambio, la verdad no me importan sus consideraciones y buscar mi beneficio es exactamente lo que intentaré hacer.
Quisiera hacer una pregunta a los miembros del jurado y al honorable juez, no pido una respuesta lacónica, sólo que reflexionen profundamente sobre esto: ¿Les gusta la vida?... Quiero que buscan en lo más interno de ustedes, que se deshagan de todos esos prejuicios con los que los han inundado, que olviden todos los infomerciales de clubs de optimista, que juzguen con frialdad lo escrito en las páginas de sus libritos de autoayuda, que se quiten el velo que presupone la persona con la que se encuentran juntos para distraerse de la soledad, que hagan a un lado todas las propiedades materiales que con arduo esfuerzo han acumulado para desafanarse por breves instantes del bodrio de su alma. ¿Realmente les gusta la vida?, ¿les parece apetecible?
 Probablemente caiga de lleno en la falacia de generalizar -después de todo no estamos hechos de la misma carne ni tuvimos las mismas vivencias- pero yo les puedo contestar personalmente a esa pregunta con toda la honestidad que emana de mi corazón: a mí no.
La vida me ha resultado un escueto mecanismo cíclico desde los primeros años de adultez. Sería un tanto drástico afirmar que la niñez era repulsiva cuando resulta todo lo contrario, probablemente sea lo único que vale la pena. La infancia es donde se genera un anhelo de vivir con actitud lúdica frente a cualquier situación, de reconstruir cada día con el cambio merodeando en las expectativas, desentenderte de automáticos horarios y crear del alba al ocaso… ¡Eso sí era vida!, no esta sarta de apariencias y pretensiones que nunca alcanzan a coagular.
 Como sabrán, si se tomaron la condescendencia de leer mi expediente, soy un hombre de cuarenta años, tengo un empleo riguroso que me mantiene sometido a altas presiones; un error mío, por más mínimo que sea, resultaría catastrófico. Todo este tipo de profesiones –por no llamarlas oficios- son bien remuneradas, gano más dinero del que necesito para sobrevivir, esto implica que tengo que mantener una apariencia, llenarme de artilugios y comodidades para transformarme en lo que la sociedad ha decidido llamar triunfador. Por si no fuera suficiente mantenerme en esta constante presión de cálculos fríos y decisiones “importantes”, me veo obligado a hacer todas esas cosas prácticas que tras años se vuelven obsoletas: despertarme temprano, bañarme, vestirme y perfumarme, conducir en el tráfico escuchando noticieros plagados de humor barato, sonreír a las personas del trabajo manteniendo mi status de jefe. Una vez en casa, la comodidad de la soledad que se adquiere al no contratar empleados domésticos  me resulta un tanto excesiva, pero eso sí, preferible. Ya saben: tener que salir a comprar despensa en tiendas de autoservicio, preparar la cena, lavar trastes, separar la ropa por colores, meterla a la lavadora, sacarla, meterla a la secadora, sacarla, plancharla, doblarla, barrer los pisos y trapearlos, sacudir los muebles, ver el juego de futbol europeo por televisión de paga, tender la cama, revisar los correos del trabajo… Un sinnúmero de actividades que te dejan ansioso de perderte entre el colchón y el fino edredón. No entiendo cómo un ser humano mentalmente sano es capaz de aguantar una vida completa de estas actividades desabridas que se clonan y clonan. Es una violación al espíritu, una abominación en contra de la naturaleza humana.
 No, no he decidido tener una mujer, -por lo menos no en el sentido formal- ni establecer una familia, ¿se imaginan? Más responsabilidades carentes de emoción. No podría tolerar atestar mi vida con otra tarea repetitiva, verme obligado a ser romántico, a asentir a sus chismes, a llevarla a restaurantes pretensiosos, a tener charlas monótonas sobre cómo estuvo nuestro día, a hacer el amor tres veces por semana, a viajar por el mundo y hospedarnos en hoteles de barra libre y servicio a la habitación, pedir a extraños que nos tomen fotos posando en monumentos históricos con la finalidad de pegarlas en un álbum de tapa verde con una leyenda cursi, conducir una camioneta grande, socializar con otras familias en domingos de carne asada y cerveza, turnarnos navidad y año nuevo con sus parientes y los míos,  asistirla en sus antojos de media noche durante el embarazo, redecorar un cuarto completo con pintura azul o rosa y dibujos de ositos, ser un buen padre, dar lecciones de moralidad en las que yo ni siquiera creo, ir a misa todos los domingos a las diez de la mañana, recoger a los niños de clases de karate y ballet… ¡¿Cómo las personas pueden disfrutar esto?! ¡Es una displicencia total, es absurdo, es asqueroso, su señoría! ¡Asqueroso! No sé ustedes pero en mi muy personal punto de vista no le encuentro la gracia a la vida, estamos repitiendo patrones antiquísimos que no conducen a la felicidad, bueno, yo hablo en mi muy propio punto de vista, me resulta tan incomprensible cómo las demás personas se sienten realizadas por estas acciones tan escuetas. ¿Qué de grandioso hay en hacer un montón de pasta, conseguir a una buena mujer y preñarla con el fin de educar a tu descendencia para que haga exactamente lo mismo que tú? No entiendo cómo es que la cultura occidental pueda considerar eso como uno de los más grandes logros. El hombre moderno está temeroso al cambio, a abrir su mente y encontrar realidades paralelas. Perdón si me exalté un poco, simplemente no lo puedo concebir…, y lo peor de todo, no puedo rehusar ni cambiar el hecho de que me encuentro inmerso en toda esta cadena que se perpetúa. La sociedad me escogió como el estandarte de excelencia.
Hace unos años encontré la clave para soportar mi papel histórico sin quebrantarme, una especie de vida paralela controlable al antojo, exenta de todas esas excentricidades que acabo de mencionar. Verán, durante los primeros años de trabajo y quehaceres domésticos me confortaba en un estado profundo de sueño, un sueño que me noqueaba con la fuerza de la trompada de un peso pesado; todo oscuro, una muerte chiquita, debo admitir que muy reconfortante; mi existir cobró un nuevo sentido, podía estar allá afuera haciéndome el héroe moderno que este país se merecía, y a cambio me desentendía de todo por unas siete horas diarias. Era mi recompensa predilecta, estaba cumpliendo con lo que todo el mundo esperaba de mí sin agraviar para nada mi salud mental, me sentía muy aliviado. Sin embargo, en algún momento un horripilante suceso me arrebató la tranquilidad,  tras años y años mi precioso sueño se cubrió de la misma monotonía que la vida en sí…, de hecho creo que el sueño fue lo primero que perdió su encanto, la ausencia de sentidos dejó de aliviarme, no perdí para nada mi capacidad de dormir con profundidad, simplemente me aburrió, me di cuenta de que utilizaba mi hora de dormir como una salida a la realidad, no era mejor que un alcohólico que se oculta de sus responsabilidades tras la botella. ¿Qué diferencia había entre esas repetitivas jornadas diarias y perderme entre las profundas tinieblas del sueño?  Prácticamente ninguna, me di cuenta de que de una u otra forma no era feliz, no estaba disfrutando la vida como lo hacía en la infancia desobligada. Cuando esa breve recompensa se desmoronó todo se fue al carajo.
Durante un tiempo contemplé el suicidio con una obsesión erótica, algo en mí muy irracional instaba a creer en la reencarnación, por lo menos cabía la posibilidad de borrar el casete y volver a tener que empezar desde cero y  deleitarme en las tibias fauces de la infancia por segunda ocasión. Pronto se evaporaron esas suposiciones; simple lógica: si hay tal cosa como la reencarnación, ésta de ningún modo estaría exenta de alma, tarde o temprano la adultez me arrebataría y mi alma, al ser la misma, tendría exactamente los mismos juicios sobre la vida y no quedaría más remedio que un nuevo suicidio, y así, ad infinitum. Además estaba imposibilitado al suicidio, una persona virtuosa como yo no puede dar mal ejemplo a la sociedad, eso déjenselo a vagos, drogadictos o estrellas de rock. No es mi culpa haber nacido predestinado al triunfo, una larga tradición familiar y social que simplemente no puedo romper.
Como puede ver, su señoría, honorables miembros del jurado, me encontraba encerrado en mi propia vida, encarcelado, con los miembros tullidos, -si me permiten usar metáforas- cosechando triunfos profesionales que caían en saco roto, estrechando las manos sudorosas  de líderes, de personalidades entrañables, de mis iguales. Llegué a cuestionarme fuertemente sobre si estas personas eran como yo, si estaban tan acomplejadas y desmoralizadas por la vida. Intenté preguntarles a puerta cerrada, -no solté las preguntas directamente, me hubieran tomado como loco- pero parecían no entender mis indirectas, al descubrir su indiferencia desviaba el tema drásticamente y adjudicaba mis comentarios anteriores a tontos chascarrillos laborales. Todos estaban tan convencidos como yo de desempeñar su labor, no les importaba todo el daño que pudieran ocasionar a los demás, ni siquiera a mí, después de todo es nuestro papel histórico, hay que cumplirlo al pie de la letra, no hay posibilidad de elección. Lo único que me aturdía es que ellos parecían completamente felices.
Tras resignarme y aceptar mi destino de mártir, ocurrió esta especie de milagro que me hizo cambiar por completo mi actitud para con la vida, y cuando digo por completo, en serio me refiero a un giro de 180 grados. Conocí a una buena mujer. No a una mujer como las de ustedes, no una mujer que comparte sus vendajes en la mirada con una sonrisa, no como sus mujeres de rutina; perdón si los agravio pero es la pura verdad. Esta mujer estaba más llena de vida que cualquier ser humano que haya conocido en toda la tierra. Esta mujer, mi mujer, era una mujer volátil, hecha en su totalidad de una especie de éter mágico. A pesar de que, como han de saber, he viajado por todo el mundo por cuestiones tanto empresariales como recreativas;  me mostró una parte de éste- no sería pretensioso decir universo- que no creí que existiera, animó por completo mi hasta entonces absurda existencia.    
Esta mujer tiene propiedades transmutativas, no puedo decir con certeza su nombre, es lo que menos importa… Me será muy difícil proseguir con mi declaración en esta parte pero me esforzaré por hacerla lo más inteligible posible para toda la sala. Seguramente han disfrutado lapsos de felicidad, he declarado con anterioridad que la vida no es para nada feliz, quizás exageré en esa sentencia, tiene esos momentos recortados en el que la felicidad se asoma, pequeñas fracciones de hora llenas de desentendimiento ante la realidad material y los problemas; para mí se encontraba, como lo mencioné con anterioridad, en el sueño nocaut o en la infancia, ustedes mismos tendrán sus propias representaciones. Estar al lado de esta mujer es pura felicidad; claro, tenemos nuestras angustias, temores y demás estados emocionales fogosos, pero eso es lo mejor de ella, nunca nos quedamos estacionados en la apatía, nunca. Siempre estamos encargados de empresas extrañas, una funda de ridiculez rodea nuestros encuentros, no tengo idea del porqué de cada una de nuestras aventuras, ni siquiera me lo pregunto, no hace falta, nos la vivimos atrapados en constantes tareas que muchas veces requieren de esfuerzos homéricos. No quiero nombrar ni describir estas misiones, resultarían incomprensibles tanto para usted, su señoría como para los honorables miembros del jurado y sólo desviaría su atención del principal propósito de este discurso.
El verme atrapado en el absurdo, -en el verdadero absurdo, no en el absurdo de la vida cotidiana- me ha vuelto un hombre completo, por un tiempo volví a retomar la cotidianeidad aguantándome las quejas,  encontré una nueva recompensa a mis arduas labores, la recompensa definitiva, la verdad en sus ojos tornasol, me descubrí en sus enseñanzas lúdicas.
Este mundo, el de ustedes, está tan prediseñado que impide cambio alguno, todas estas cosas que nos mantienen sitiados están aquí para un fin, son herramientas cuya posibilidad de infinitud ya ha sido encasillada, descubierta, pues. Incluso me atrevo a afirmar que la mayoría de estos objetos que nos rodean, fueron diseñados a partir del propósito para el cual se usarían limitando drásticamente las propiedades de la materia, claro, podrá inventarse nuevos usos para los objetos ya existentes, pero en este plano no tendrían explicación… Por ejemplo, si se tratara de utilizar un charco como diccionario o un radiador como sombrero existirían un montón de impedimentos lógicos para llevar a cabo dichas tareas. Con ella no, en nuestras citas contamos con la capacidad de reinvención del ser, nuestras acciones se encuentran únicamente limitadas por la cantidad de conceptos de los que nos hemos apropiado con anterioridad, contando así mismo con una amplia gama de combinaciones entre dichos conceptos y percepciones sensoriales que resultarían ilógicas para todos los que se afanan en creer ciegamente en las limitaciones que implica una lógica formal rigurosa. Al lado de ella toda suerte de proezas abstractas son nuestro pan de cada día.
Antes de que se me tome como deschavetado por estas declaraciones, déjenme retroceder un poco más sobre este punto con el propósito de contextualizar. Ella vive en un plano alterno a éste, un plano que todos en la sala conocen pero que no se atreven a rectificar como una realidad más. Torpemente lo califican con el vacio sustantivo de sueño, muy probablemente por su propia debilidad mental o por el miedo a aceptar un estadio más del ser como realidad concreta.
La fuente de que yo pueda entender la gran vitalidad del sueño debe radicar en que yo nunca tuve un sueño… ¡Nunca! Pasé toda mi vida durmiendo en esas temporadas de tinieblas de las que hablé anteriormente, sin darme cuenta de la infinidad de la mente humana. Un día nada especial y sin mayor aviso, empecé a soñar, no me extrañó del todo, debido a que tenía conocimientos meramente teóricos sobre este proceso, pero la experiencia en sí me dejó anonadado. Fue una experiencia increíble, tan viva que aún no entiendo cómo es que el ser humano no le ha prestado atención a esta realidad alterna ni por qué la investigación en este campo es tan reducida y generalmente llevada a cabo por charlatanes.
Por lo que tengo entendido es extraño que alguien pueda tomar plena consciencia durante el proceso onírico sin estropearlo, esto me resulta muy extravagante, es como si negaran la realidad onírica con insania, como si tuvieran una necesidad fisiológica por el orden y las representaciones estrictamente lógicas. Yo, por mi parte,  puedo mantenerme en ese mundo de ensueño con todas mis capacidades racionales intactas, aceptando lo que percibo como hechos rotundos, ¿para qué invitar a mi cerebro a negar lo que se me está presentando tan crudo y palpable?, eso me resultaría una tarea ilógica, me crearía una paradoja óntica. No he logrado comprender su descomunal fanatismo hacia lo divino y sagrado que no ha sido comprobado y dudo mucho que haya sido percibido, cuando lo primero que niegan es un plano lleno de representaciones mentales, que en cierta manera pueden atribuírseles ciertas propiedades palpables que habitan dentro de ustedes, eso es verdaderamente absurdo, es entregarse de lleno al caos. Lo que más me acongoja y me crea conflictos es que al parecer yo soy el que está mal desde su punto de vista.
Esta mujer vive en mí, por lo que sé, está forjada a mi semejanza, no se puede soñar con algo que no se haya percibido antes, lo único que se altera son las percepciones. ¡Con qué facilidad dan por sentada la falsedad del proceso onírico cuando se trata de un compendio alborotado de sensaciones y representaciones! Bueno, quién soy yo para juzgarlos, y más aún desde el banquillo de acusados. Soy un hombre enamorado, enamorado de un ideal; que mantiene una relación formal con un ideal, un ideal que tomó lo mejor de este plano para forjar a la mujer perfecta.
Perdónenme si ahora apelo a la empatía, pero junto con el paquete de la posibilidad del sueño, vino la posibilidad de amar, todos amamos, todos tenemos a alguien especial. Yo, durante toda mi vida me creí exento de tal posibilidad, de una posibilidad que admito me lleno de una preocupación inmensa, antes mis preocupaciones se remitían al desencanto, ahora tengo miedo, miedo de perder esta capacidad de soñar, miedo de no volver a soñarla nunca.
La noche anterior al día en que cometí el crimen ella y yo tuvimos una discusión, la cosa se tornó violenta, nos quemamos vivos, onírico-literalmente. Alguien dejó encendida la engrapadora en la que cocinábamos garabatos y se quemó -con nosotros adentro- la chamarra donde vivíamos. Fue una discusión horrible, su señoría, miembros del jurado, toda la pelea se dio en el marco de buscar nuestros miembros en una montaña rusa, de pegar los pedazos de piel calcinada con la baba que teníamos que recolectar de la lengua del deportista depurado. Sólo pido comprensión, gente; me encontraba fuera de mis cabales esa mañana, todos hemos enfrentado discusiones horribles con la pareja, divorcios, pérdidas materiales, etcétera, etcétera, etcétera. Ninguna se compara con la mía; imagínenme ahí, discutiendo con la piel toda chamuscada y apestosa, viendo a mi mujer cepillándose la barriga con indiferencia, preocupado porque ya no tendríamos una chamarra calientita para pasar los veranos; para colmo la cola de la montaña rusa llegaba hasta Tombuctú y no tenía suficientes metralletas para pagarle a la aspiradora. Esa mañana no estaba en mí, tenía otras cosas en mente más importantes en que concentrarme, la vida que por fin, después de años de espera se me había obsequiado se estaba desmoronando junto con la vesícula biliar fosforescente de la mujer amada, por si fuera poco esa misma tarde cuando viajábamos en la bicicleta de carne molida, ella firmó la bocina del divorcio, su señoría. ¡La bocina del divorcio!
Lo acepto, tomé malas decisiones. Mis acciones, al parecer costaron muchas vidas y puso a todo el mundo en riesgo de un ataque nuclear, sé que se me juzgará por crímenes contra la humanidad, acepto mis culpas como la persona moral que soy… Es lo único que tengo que decir, no me encontraba en mí, y a decir verdad no me importan mis acciones en este mundo dado que todos ustedes son una mala pantomima, acepto toda la culpa por los sucesos, sólo quería explicar mis motivos, el principal es que ustedes no son reales y creo que al tomar la decisión que acabó con tantos de los suyos y comprometió a otros tantos demuestra lo poco que me importa este plano. No hay duda de que esta corte me condenará a muerte; me gustaría llegar a un acuerdo dado que no intercedí en sus investigaciones y ofrecí toda la información requerida, y juro por mi amada, que mi declaración fue completamente verídica. Me gustaría apelar a lo que ustedes llaman incompetencia mental, sé que pueden pensar que todo esto es una treta para salvarme de morir; pero no, les digo, ustedes son tan irreales e insignificantes para mí como el mundo onírico lo es para ustedes. Pónganme a prueba, soy capaz de asesinar a sangre fría a cualquier miembro del jurado sin sentir el más mínimo remordimiento; al igual que ustedes asesinarían sin pena alguna a alguien en sus sueños si fuese requerido. No quiero morir, y sé que sería pretensioso intentar ser trasladado a una institución mental, me gustaría que tomaran en cuenta la impecabilidad de mi carrera y de mi vida hasta la mañana de mi llamado crimen, mi única demanda de sentencia , y que parecerá completamente justa como coerción por la magnitud de mi delito, es que se me someta a una lobotomía frontal. Nunca en mi vida me había sentido tan asustado en este plano de realidad, tengo miedo de dejar de soñar. Tengo una gran cuenta de ahorros que podrá pagar sin dificultad alguna mis cuidados médicos hasta el día de mi muerte, incluso hay tanto dinero que podré ceder al erario público una buena tajada para que se utilice de la manera más pertinente posible. Es lo único que pido, una potente lobotomía que me dejé inhabilitado y en permanente estado vegetal, completamente incapacitado para hacer más daño. No puedo continuar más con esta mentira, no pertenezco aquí, tomando en cuenta mi declaración no será difícil ver, miembros del jurado, honorable juez, que ya he pagado mi deuda con la sociedad anticipadamente.  Con esto concluyo mi declaración, espero que se tome en cuenta mi petición así como mi buen comportamiento y cooperación a lo largo de todo el proceso.

-En vista de que se ha declarado culpable de antemano;  en reconocimiento por su impecable carrera como funcionario; dadas las circunstancias en las que se llevó a cabo su delito; asimismo tomando como verídica al pie de la letra toda su declaración, este tribunal lo absuelve de todos los cargos presentados. Caso cerrado.
-¡¡¡NOOOOOOOOOOOOOOOOOOO!!!