miércoles, 30 de enero de 2013

EL PRIMER ABORTO



-El primer aborto es de esas experiencias que te marcan para siempre. La neta sí está muy culero, pero es mil veces preferible a tener que mantener a un morro que ni siquiera te importa y echarte a perder la vida a esta edad.- Dijo Toño.

-La neta sí, man. Es preferible que juntes el varo ahorita, le des a tu vieja las meras pastillas perronas y te evitas de pedos, lo más preferible es que lo hagas en una casa sola o si no tienes donde mejor vete a un hotel, porque la neta sí se ponen muy mal, a mi vieja se le bajó la presión bien culero, le salió un chingo de sangre y se sintió del pito todo el rato, si hubiera estado mi jefa sí se hubiera dado cuenta, y lo más importante es que te apures, hazlo lo más rápido posible porque mientras más te tardes más crece esa madre y va a ser más pedo, vas a tener que llevarla con algún doctor clandestino, te va a salir más caro y la pinche experiencia de ver que se llevan a tu morra en la camilla, que la meten al cuarto de operaciones y que después salga toda madreada está ultra culerísima, man. La neta ya no le juegues al verga y aplícate, creo que a Toño todavía le quedaban pastillas ¿o ya te las acabaste?- Dijo Abel.

-Sí cabrón, ya mamaron pito, todavía tenía un paquete pero se las corrí al Jerónimo ¿No te acuerdas que hace como 6 meses ese güey también dejó pastel a la Karla? Pero lo que sí te puedo correr es la receta, la primera vez que tuve el pedo le dije a una valedora de la escuela que su papá es doctor que tirara esquina, su jefe es bien buen pedo y me corrió un bonche de recetas firmadas, bueno, la neta no sé si fue su jefe o mi valedora la que sacó las recetas, pero lo bueno es que ahí están para cualquier emergencia de la pandilla, nada más vas a la farmacia París en el centro y ahí te las venden, les dices que tienes pedos de gastritis muy culeros. Ya no te preocupes cabrón, tú chingón, vas a ver que todo va a salir bien, con que no dejes pasar más tiempo para que no se ponga más cabrón como dice Abel. ¿Cuánto tiempo tiene que no le baja?-Dijo Toño.

-Pues ya lleva un mes de retraso, cabrón, la prueba de embarazo tiene 4 días que la hicimos y hoy ella iba a pasar a recoger la del laboratorio, para estar seguros.-Respondí

-Sí güey, es harto importante que hagas la de laboratorio, esas mamadas de las pruebas instantáneas nomás no funcionan, ya me pasó dos veces que le hice a mi vieja de esas de mear y me salieron positivas, ya sabes, pinches sustazos. Y ya cuando estábamos viendo qué pedo con las pastillas, para estar seguros fuimos a hacer la prueba perrona al laboratorio del Chopo y resultó que no estaba embarazada, esas pruebas nomás nos fintaron, pinche pedote que nos sacaron. Lo peor de todo es que la segunda vez que otra de esas pruebas dio positivo mi vieja ya estaba bien dispuesta a tenerlo, ya no la podía convencer de abortar, cabrón; salió con sus mamadas de que ya estábamos grandes, de que ya no iba a poder tener hijos después,  de que ya estaba lista, no mames fue cuando tuve que aplicar la mera chida y le chillé, le hice un pinche berrinchote.- dijo Abel. Toño y yo soltamos sonoras carcajadas mientras él servía la siguiente ronda de mezcal y proseguía con su relato.-Sí güeyes, la neta sí tuve que aplicar la mera maricotas, pero qué me quedaba, tuve que valerme hasta de mi último recurso. Es que imagínense, tener un hijo a esta edad estaría del pito: adiós pedas con la pandilla, adiós seguir estudiando y acabar la carrera, adiós cotorrearse a otras señoritas, no mames, no me lo imagino, si tengo hijos va a ser ya cuando esté bien ruco, como de 35 años, ya que haya viajado un chingo, que tenga un trabajo más o menos decente, no mames ya ni siquiera podría pensar en dirigir películas, todo el dinero que necesito para cámaras, luces, micrófonos, utilería y demás chingaderas ahora tendría que ser para pañales, que la cuna, que ropita, que carriola, ¡no mames, no! Hasta de imaginarlo me espanto, no mames pinche Saldívar, la neta ya aplícate cabrón. Ah, después de que le lloré y le hice el berrinche me dijo que sí que no había pedo que ya iba a abortar, quedamos de ir a comprar las pastillas al día siguiente y total que en la noche le bajó ¡A huevo! Pero neta que pinches pruebas de embarazo caseras, son una mamada. Nunca vuelvo a confiar en esas mierdas.

-No mames papá, neta de la que te salvaste, pero qué pendejo, de todas formas le hiciste tu pancho y lloraste, bien puto.- Toño.

-No mames güey, la neta que tire la primera piedra quien no hubiera hecho lo mismo en la misma situación.- Abel

-No, pues la neta sí güey, te rifaste aplicaste la mera chida.- Contesté.

-Eso que ni qué.- Toño.

Todavía recuerdo, pese a tanto tiempo transcurrido, el vacio que sentí en el estómago al recibir esa llamada, estaba algo pedo ya, no mucho, estaba flamas, recibí la llamada de Patricia, mi novia en ese entonces, acababa de recibir los resultados de embarazo del laboratorio. En cuanto me dijo que estaba embarazada me bloqueé por unos minutos, me asusté tanto que hasta se me bajó la peda, incluso Abel y Toño se sacaron de pedo, me intentaron consolar, por lo menos me acababan de dar esas breves cátedras sobre sus propios abortos, me dieron ánimos al mismo tiempo que se burlaban de mí, después de todo para eso están los mejores amigos. Tenía 19 años, Patricia 18, recién salíamos de la preparatoria para comenzar los estudios superiores, ninguno de los dos tenía empleo, aún vivíamos con nuestros padres, estábamos llenos de esperanzas y sueños, un bebé a esa edad era inconcebible, frustraría nuestros sueños por completo. Yo estaba empeñado en estudiar Filosofía y Letras en la UNAM, quería más que nada convertirme en escritor de novelas, estaba muy en la onda de la novela existencialista, que mejor que estudiar filosofía para nutrir a mis personajes de carácter culto. Patricia amaba a los animales, su sueño era estudiar veterinaria y acabar dando asistencia médica a los animales en el zoológico de Chapultepec. El simple hecho de pensar en un bebé mutilaba por completo todos nuestros planes, Abel lo había expresado tan bien: “Es que imagínense, tener un hijo a esta edad estaría del pito: adiós pedas con la pandilla, adiós  seguir estudiando y acabar la carrera, adiós cotorrearse a otras señoritas” aunque realmente la parte de las señoritas era la que menos me importaba, estaba jodidamente enamorado de Patricia, tenía sueños torpes de amor eterno con la primera novia, platicábamos sobre planes a futuro, los dos deseábamos tener un bebé, pero después de acabadas las carreras y de establecernos, eran añoranzas bañadas de tintes románticos, esas añoranzas que se dan en las primeras relaciones; de hecho si Patricia hubiera estado de acuerdo en tener el bebé yo no hubiera objetado nada, me hubiera resignado, hubiera conseguido el mejor trabajo que se pudiera tener con sólo la preparatoria trunca y ni siquiera me hubiera importado trabajar 12 horas al día para proveer a mi familia, era muy idealista en esa época.

Conseguí el dinero para las pastillas, Abel, quien era el riquillo de la banda me “prestó” una parte del dinero, recuerdo que eran pastillas muy caras y sólo con el dinero que me daba mi papá para pasajes y libros hubiera sido imposible adquirir, a cambio del dinero le di a Abel algunos viejos acetatos de Jazz que yacían olvidados en un rincón de mi casa y que nunca volvería a recuperar. Patricia puso otra parte ahorrando sus pasajes y comidas, la última parte la puse empeñando una consola de videojuegos (no recuerdo cuál) y que tampoco recuperaría jamás.  Por suerte nos alcanzó para las pastillas y nos sobró un poco para alquilar el cuartucho de un hotel barato y comprarnos unas tortas para comer, yo robé una botella de Bacardí de mi casa para aguantar el miedo durante el aborto.

Una vez en el cuarto decidimos follar antes de empezar el tratamiento, de todas formas ya estaba embarazada y estaba a unas horas de no estarlo más. Qué podría pasar. Hicimos el amor dulcemente, melancólicamente, con tristeza, lento. Procuraba no lastimarla, la metía con sutileza, la besaba con ternura, como si estuviera hecha de cristal, procuraba tocar sus bellos senos con paciencia, sin desesperarme y estrujarlos, mi lengua tocaba con timidez sus pezones que brotaban al contacto con la saliva, no sé por qué la follé así, me sentía algo cohibido, a ella le gustaban las folladas duras y violentas, con nalgadas y mordidas, pero esa tarde la follé lento y con toda la delicadeza del mundo, sabía bien el sufrimiento que estaba a punto de experimentar. Cuando intenté metérsela por primera vez, fracasé, no estaba nada mojada, no le gustaba hacer el amor con dulzura, ella quería que la dedeara violentamente, que le hablara sucio inclusive, pero yo no estaba en humor de coger, esa tarde sólo quería hacer el amor tiernamente, tuve que hacerle un oral para mojarla y poder penetrarla. Me vine adentro, sin condón.

El tratamiento consistía en introducir dos ovulitos por su vagina y hacerla tomar otras dos píldoras oralmente, esperar una hora y si no pasaba nada, reforzar el tratamiento con un óvulo por hora hasta que el feto fuera expulsado, bebí la botella de ron mientras ella intentaba distraerse viendo una película cursi que ahora no recuerdo, ambos estábamos espantados pero sabíamos que era lo mejor. Nos importaba un pito todo ese discurso eclesiástico del aborto es asesinato, no considerábamos un feto de un mes como un ser humano realizable, lo veíamos como un ser humano que iba a llegar a vivir una vida infeliz y hacer otras dos vidas infelices, simplemente éramos dos niños que no tenían intensión de jugar al papá y a la mamá, éramos dos ateos que se exaltaban ante la recién descubierta filosofía de Nietzsche, éramos dos jóvenes saludables que disfrutaban el sexo sin protección tras consumir fuertes dosis de alcohol, estábamos profundamente enamorados y un bebé no planeado no iba a llegar a joder nuestros planes, nuestra voluntad era mucho más poderosa que la de una aleatoria concepción descuidada.

Poco después de la siguiente dosis de medicamento, Patricia comenzó a sangrar. Sangró abundante y violentamente, perdí la serenidad pensando que moriría en ese instante por una fuerte hemorragia, Patricia lloraba por el dolor de los cólicos que el potente fármaco producía, intentaba aguantar los gritos para no alterar al personal del hotel, cosa ridícula ya que en el cuarto adyacente una pareja de homosexuales tenían una fuerte tanda de sexo nada discreto. La cantidad que menstruó Patricia esa tarde fue increíble, incluso hizo que en la primera tanda el váter se drenara sólo por la rapidez y cantidad en que la sangre cayó, en la taza de baño pude ver un grumo negruzco de aproximadamente dos centímetro de diámetro, cuando bajé la palanca me quité la gorra que llevaba rindiéndole un pequeño gesto de solemnidad a mi primogénito abatido por el eficaz Misoprostol. Patricia tardó otras dos horas en estabilizarse por completo, tenía unas náuseas horribles, su piel irradiaba una tonalidad amarilla, estaba muy exhausta, durmió todo ese tiempo teniendo escalofríos  y excesiva sudoración, sólo despertaba para vomitar en el cesto de basura que le puse al lado de la cama. Cuando despertó completamente no se encontraba en humor para volver a hacer el amor por lo que salimos del hotel y fuimos a comer tortas, yo pedí de milanesa, no recuerdo de qué pidió ella.